Nombre de Personaje: Dashee
Edad: 24
Sexo: Mujer
Nacionalidad: Nadrak
Raza: Humana
Clase: Hechicera
Alineación: Neutral. (0)
Suerte: 5
Pertenencias:
- Un bastón de madera tallada.
- Una daga de aspecto simple.
- Petate de cuero con diversas hierbas medicinales.
- Alucinógeno Nyssiano (Inocuo)
- Yegua blanca (Aricia)
Habilidades:
- Capaz de rastrear mentalmente a otras criaturas y seres en un radio no muy alejado. (1500 metros)
- Siente el ruido que todo hechicero deja al hacer uso de sus facultades mágicas.
- Telepatía (Siempre que él individuo contactado no oponga resistencia)
- Escudo mágico (Apenas capaz de detener un par de flechas o un golpe no muy fuerte)
- Dotes de baile Nadraks
Descripción física:
- Cabello: Largo y liso, de color intensamente negro. Recogido en una coleta.
- Ojos: Almendrados, de color ambarino.
- Contextura: Delgada y de aspecto más debil que fuerte, curvas abundantes y sensuales.
- Altura: 1, 72 metros
- Ropa: Ropas de cuero típicas de Nadrak, ajustadas e insinuantes, con escote amplio. Botas altas hasta la rodilla, cinturón de cuero. Una capa larga y abrigada con capucha que suele cubrir parte de su rostro y sus encantos.
- Otros: Piel bastante pálida. Se pinta sombra de ojos negra con tintes extraídos de plantas.
Descripción Psicológica: Joven de tracto afable con los demás, aunque de gran carácter. No se deja amedrentar por lo que otros digan y es dueña y señora de sus pasos. Vive la vida sujeta a sus propias reglas y cuando hace algo, es porque ella quiere. Tiene un lado misterioso y profundo, además de un gran humor negro. Generalmente se la verá sonriente, y si se enfada ignorará por completo a la persona con la que se haya enrabiado.
- Fobia(s): A la magia (Entiéndase magia como esa practica prohibida por Torak de invocar demonios, nada que ver con la hechicería)
-Aspiraciones: Claramente, desea llegar a ser una gran hechicera, como los legendarios Belgarath y Polgara a quien tanto temen en Angarak.
Historia: Nació en una aldea de leñadores Nadraks donde se crió con sus padres y tres hermanos. La familia era de lo más normal, su padre era leñador y de vez en cuanto desollaba algún animal para vender las pieles en los mercados, cuando sus hermanos (los tres mayores que ella) tuvieron la edad suficiente ayudaron a este en su trabajo, mientras que ella se quedaba al cuidado y bajo las enseñanzas de su madre. Instruida en todo lo que una mujer Nadrak necesita saber, además de las normas Nadraks de convivencia, el correcto uso de las dagas y del baile. Arma con la que una buena mujer se vendía.
Alcanzó la edad joven-adulta sin problemas y llegó el momento de dejar de vivir bajo la tutela de sus padres, la llevaron a una de las tabernas del pueblo cercano para venderla, en la cual bailó antes de iniciar la puja. Fue vendida a un mercader tuerto, que olía a alcohol rancio y que no daba muy buena espina. Pero con el que iba a tener que vivir hasta nueva venta, o lo que fuese… Pasaron el invierno en Nadrak para luego salir de viaje hacia Tolnedra, donde comerciarían con pieles antes de que allí comenzara el invierno.
Se detuvieron una noche en una de aquellas posadas del imperio, que abundaban tanto en los caminos y que tan caras salían. Ella se retiró rápidamente a su habitación mientras que su dueño bebía en el piso inferior. Tras unas cuantas horas entró como una cuba, e intentó forzarla a hacer cosas que ella no quería ni por asomo. Nada le costó desenfundar su daga y atravesar el pecho de aquel hombre. De estar en Nadrak aquello no se habría considerado un crimen como tal, era algo que pasaba a menudo, y más bien acarreaba la risa de los hombres. Pero en los puestos Tolnedranos tenían una concepción diferente de lo que aquella puñalada significaba. Si se dejaba arrestar posiblemente la ahorcaran, algo que no agradaba a nadie.
Aprovechó que la noche se había cernido para salir de la posada e internarse en los establos sin que nadie la viera, ensilló a Aricia, su yegua y no se detuvo ni a pensarlo, pronto descubrirían que había ocurrido, cuando pensaran que era hora de pagar, los Tolnedranos siempre pensaban que era hora de pagar… Cabalgó sin descanso apartándose del camino, todos sabían de los controles que los soldados imperiales hacían en los caminos.
No le quedó más remedio que volver atrás hasta Drasnia, donde buscó asentarse un tiempo, esperando que capeara el temporal. En un mes sería olvidado ese delito, con tantos como ocurrían en aquella época. Vivió cercana a los pantanos, pero sin adentrarse en estos, dado que había escuchado historias extrañas sobre una bruja que vivía allí.
Poco a poco fue dando vueltas a las cosas en su cabeza, no quería ser una Nadrak normal y acabar como su madre, viviendo en una aldea medio muerta con un leñador. Ella además tenía afinidad con la hechicería, como solía ocurrir más con los Murgos, pero tampoco quería ser una Grolim. Los Murgos y en especial los Grolims habían tenido sometido a todo el pueblo Angarak, se podía decir que los Nadraks no se molestarían en verlos desaparecer. Posiblemente nadie en el mundo se molestaría. Y ella no era una excepción.
Pasó así los meses sin llamar la atención, recolectando frutos y hierbas medicinales que vendía en un pequeño mercado. Hasta que decidió que iba a marcharse de allí. No estaba echa para una vida tan sencilla. No estaba segura de a donde ir, pero el camino la guiaría.
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